03-30-2006, 12:50 PM
Navegando en Internet me encontre este escrito en el diario La Nación de Chile, que me parecio chistosa, y tomando en cuenta que la mayoría de los supervacunos pasamos mucho tiempo delante de nuestras maquinas, navegando en internet, chateando etc..y que por lo tanto no estamos exentos a que nos pasen cosas raras... he aqui esta particular historia.
Web Cama
Por Isabella Giardinetti PhD
La versión más postmodernista, higiénica y engañosa del amor es la web cama. No se trata de un lecho de sábanas sudadas y revueltas, donde la pareja juega, efectúa posiciones que están fuera de su elongación y termina tirando de ladito porque es más cómodo. De hecho, la web cama no incluye colchones ni cobertores de pluma de ganso, ni siquiera una almohada. Los amantes que opten por entrar en este circuito se enredarán en los hilos finamente tejidos de Internet. Conozcan mi historia y aprendan a discernir cuándo la web cama miente o no.
Al fin tuve mi webcam que, como ya habrán podido adivinar, se convirtió rápidamente en otra cosa. Que dos se miren no sorprende ni a un niño de pecho, pero que dos acepten mirarse a través de una pantalla es rarísimo. Hace un par de semanas estuve seriamente enviciada con este juego. Quedé de acuerdo con Gus de vernos entre cuatro y seis de la tarde del día X. Tenía tiempo y podría ir donde la Charito para que me hiciera depilación de axilas y manicura. También aproveché de hacerme unos rayos y enchinarme las pestañas. La Charito, siempre tan convincente, me tentó con depilarme el pubis. Imaginate tú que quiera vértelo, me dijo preocupada. Te dejo un corazoncito de pelos, que es mi especialidad. Y te lo puedo teñir de rojo, agregó. No creo que quiera verme nada, nosotros sólo conversamos y nos miramos. ¿Eso no más?, preguntó la Charito revolviendo la cera con un palito de helado. Eso no más, qué crees, yo no estoy dispuesta a… ¿A qué, huachita?, ¿a hacerte una chaqueta delante del tipo?, por ejemplo.
La Charito me dejó deprimida, nunca se me había pasado por la cabeza hacer esas cosas, qué ordinariez, miren que una va a estar masturbandome frente a la camarita y más sola que un hongo, se me hace de locos o solos desesperados. En fin, me olvidé de sus consejos y me preparé para el día en que mi Gus me vería. Lo que yo quería es que él me viera sólo la cara, entiéndase, sólo la cara y nada más. Me depilé porque una no puede tener el ala peluda y arreglarse el pelo a la vez, ya que al estirar los brazos hacia arriba el champón aparecerá indefectiblemente. Hagan la prueba.
Gus llegó puntual, como un cibernauta educado. Prendimos nuestras respectivas web camas y aceptamos vernos. No quise la opción “audio” porque estaba con una ronquera del carajo. Ese día, él estaba especialmente rico, se había afeitado y hasta podía oler su after shave, creo que tenía un ligero rubor de labios como para hacer más dramática su aparición. Me encontró preciosa y nos dedicamos a enviarnos los emoticones más románticos que messenger puede ofrecer. Puras mamadas en el fondo. Ante mi total horror, Gus se sacó el pene y, las tetas más grandes del mundo, y escribió: Soy Gustava, ¿por qué no te sacas el pene también? Y me lo saqué.
Web Cama
Por Isabella Giardinetti PhD
La versión más postmodernista, higiénica y engañosa del amor es la web cama. No se trata de un lecho de sábanas sudadas y revueltas, donde la pareja juega, efectúa posiciones que están fuera de su elongación y termina tirando de ladito porque es más cómodo. De hecho, la web cama no incluye colchones ni cobertores de pluma de ganso, ni siquiera una almohada. Los amantes que opten por entrar en este circuito se enredarán en los hilos finamente tejidos de Internet. Conozcan mi historia y aprendan a discernir cuándo la web cama miente o no.
Al fin tuve mi webcam que, como ya habrán podido adivinar, se convirtió rápidamente en otra cosa. Que dos se miren no sorprende ni a un niño de pecho, pero que dos acepten mirarse a través de una pantalla es rarísimo. Hace un par de semanas estuve seriamente enviciada con este juego. Quedé de acuerdo con Gus de vernos entre cuatro y seis de la tarde del día X. Tenía tiempo y podría ir donde la Charito para que me hiciera depilación de axilas y manicura. También aproveché de hacerme unos rayos y enchinarme las pestañas. La Charito, siempre tan convincente, me tentó con depilarme el pubis. Imaginate tú que quiera vértelo, me dijo preocupada. Te dejo un corazoncito de pelos, que es mi especialidad. Y te lo puedo teñir de rojo, agregó. No creo que quiera verme nada, nosotros sólo conversamos y nos miramos. ¿Eso no más?, preguntó la Charito revolviendo la cera con un palito de helado. Eso no más, qué crees, yo no estoy dispuesta a… ¿A qué, huachita?, ¿a hacerte una chaqueta delante del tipo?, por ejemplo.
La Charito me dejó deprimida, nunca se me había pasado por la cabeza hacer esas cosas, qué ordinariez, miren que una va a estar masturbandome frente a la camarita y más sola que un hongo, se me hace de locos o solos desesperados. En fin, me olvidé de sus consejos y me preparé para el día en que mi Gus me vería. Lo que yo quería es que él me viera sólo la cara, entiéndase, sólo la cara y nada más. Me depilé porque una no puede tener el ala peluda y arreglarse el pelo a la vez, ya que al estirar los brazos hacia arriba el champón aparecerá indefectiblemente. Hagan la prueba.
Gus llegó puntual, como un cibernauta educado. Prendimos nuestras respectivas web camas y aceptamos vernos. No quise la opción “audio” porque estaba con una ronquera del carajo. Ese día, él estaba especialmente rico, se había afeitado y hasta podía oler su after shave, creo que tenía un ligero rubor de labios como para hacer más dramática su aparición. Me encontró preciosa y nos dedicamos a enviarnos los emoticones más románticos que messenger puede ofrecer. Puras mamadas en el fondo. Ante mi total horror, Gus se sacó el pene y, las tetas más grandes del mundo, y escribió: Soy Gustava, ¿por qué no te sacas el pene también? Y me lo saqué.
Tengo Ganas de ti, de tu aroma y de tu ser,
de tu sabor y de tu piel,
de sentirte y hacer,
aquello a lo que tu llamas placer.
de tu sabor y de tu piel,
de sentirte y hacer,
aquello a lo que tu llamas placer.